GLOBALIZACIÓN Y GEOPOLÍTICA
POR ALBERTO MENDOZA MORALES
Dos versiones definen la globalización del planeta, una economicista, otra humanista. La versión economicista dice que la globalización es "el movimiento de capitales de donde están a dónde estén mejor, produciendo donde sea más eficiente en costos y vendiendo donde sea más rentable, sin restricciones de fronteras" (Narayaba Murthy). La palabra clave de los economicistas es competitividad. La versión humanista define la globalización desde una perspectiva histórica y dinámica; es un movimiento natural que se da en la humanidad a lo largo de un dilatado período. La palabra clave entre los humanistas es evolución.
La globalización es totalizante. Se da en todas partes. Lleva implícita la posmodernidad entendida como la revolución de la modernidad. Se originó en tres causas: aumento geométrico de la población; ocupación del planeta por esa población creciente; avance científico y tecnológico de manera especial en el área de la informática y las telecomunicaciones. La acompaña la geopolítica, ciencia de Estado que muestra las relaciones de poder que se dan entre las naciones.
La globalización fue advertida por Herbert MacLuhan, sociólogo canadiense, hacia la segunda mitad del siglo XX. habló de la era de las simultaneidades, las redes, los flujos. Anunció el advenimiento de la aldea global, residencia de una nueva sociedad tribal y planetaria.
La humanidad se fraguó en África oriental. La globalización comenzó cuando los primeros bípedos humanos salieron de África y se asentaron en el Oriente Medio. Ahí evolucionaron y continuaron su viaje a Europa y Asia. Luego a Oceanía y América.
La situación planetaria actual es de sobrepoblación, violencia y daño ambiental. Reclama una ruptura con la realidad heredada, un cambio mental que se de, no por la violencia desatada sino por deliberación inteligente. El cambio tiene que ir a lo poblacional, a lo económico, a lo político y a lo ecológico; debe evitar la homogeneidad y reforzar la heterogeneidad de las regiones y sus poblaciones, el fortalecimiento de las culturas locales, al reordenamiento político y administrativo mundial y la geopolítica orientada a la fraternal convivencia de los pueblos.
"El mundo globalizado plantea un reto planetario. Crear una nueva civilización para la vida y la libertad. Las armas son intelectuales, morales y políticas. Las acciones, fortalecer la paz social, la democracia y la libertad, corregir la inequidad y exclusión que padece parte de la población mundial; detener el agotamiento de los recurso naturales, apoyar las fuerzas que luchan por el pluralismo, apoyar el derecho de los pueblos a participar en las decisiones que los afectan". (Pablo González Casanovas).
EL OCASO DE LA UNIPOLARIDAD Y EL RENACIMIENTO DE LA GLOBALIZACIÓN
POR EDUARDO GUDYNAS
Los defensores de la actual globalización están cambiando sus argumentos. Ahora reconocen que los procesos globales actuales generan desigualdad pero achacan los efectos negativos al haber quedado bajo una única potencial mundial. Los mismos ideólogos que antes consideraban que Estados Unidos, era el motor de la mundialización, ahora sostienen que sería el culpable de un mundo unipolar que impide una globalización balanceada. Bajo esas ideas, la globalización actual en sí misma no tendría ninguna arista negativa, sino que simplemente ha sido desvirtuada por la ausencia de otras superpotencias globales
Las evidencias sobre los impactos de la globalización son tan abrumadoras que parecería inevitable un profundo cambio en el manejo de los procesos globales. Pero apenas se admite que Estados Unidos "estropeó" la globalización, tal como sostiene Steven Weber, director del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de California. En un análisis que publicó recientemente en la revista Foreign Policy, junto a otros autores señala que las "malas noticias para el siglo XXI es que la globalización tiene un lado oscuro significativo".
Weber considera que las ideas convencionales de la globalización son en sí mismas muy buenas, pero advierte que proponer que sea guiada por una superpotencia, es un camino errado. La predominancia del poder de Estados Unidos "tiene muchos beneficios, pero la gestión de la globalización no es uno de ellos". "Los efectos negativos de la globalización desde 1990 no son el resultado de la globalización en sí misma. Son el lado oscuro de la predominancia de Estados Unidos" - dice Weber.
Este es un ejemplo del cambio de visión en los centros globales sobre el papel de Washington. Hasta hace poco se defendía a Estados Unidos como motor global, policía internacional y hegemón benévolo. Influyentes neoconservadores, como Michael Mandelbaum, no solo rechazaban que fuese calificado como un imperio, sino que reclamaban acentuar su papel de gobernante mundial y exigía que las demás naciones industrializadas lo apoyaran todavía más.
Es evidente que esos razonamientos son de una superficialidad asombrosa. Nunca se aclaran los verdaderos significados de un gobierno mundial sentado en Washington (¿quién puede defender con seriedad que el Congreso de Estados Unidos sirva a la representación de los demás pueblos del planeta?). Tampoco se exploran contradicciones evidentes tales como el uso de la fuerza militar, o el rechazo de los compromisos globales sobre la pobreza, la paz o el ambiente.
La alternativa de una globalización multipolar también era resistida por los neoconservadores. Por ejemplo, Niall Ferguson, de la Hoover Institution, sostiene que "la alternativa a una única superpotencia no es una utopía multilateral, sino la pesadilla anárquica de una Edad Oscura". Los neoconservadores consideran que no hay alternativa a la unipolaridad, ya que se caería en una "apolaridad". Por lo tanto defienden el papel de Washington como gendarme global para evitar esa anarquía global, donde los puertos de la economía global "serán los blancos de saqueadores y piratas", según Ferguson. Es un escenario de caos y terrorismo planetario, donde este analista llega a advertir desde Foreign Policy, que en América Latina, "ciudadanos miserablemente pobres buscarán consuelo en la cristianidad evangélica importada por las órdenes religiosas de Estados Unidos".
Pero los errores y consecuencias negativas del rol de Washington han escalado tales niveles que la idea de la unipolaridad es insostenible. Reconocer ese problema es un paso adelante, pera esas críticas avanzan muy poco. No ponen bajo cuestión las relaciones asimétricas de poder de los grandes sobre los pequeños, ni la base económica y cultural de la globalización actual. Apenas se cuestiona que el poder esté en manos de un único país, y se postula como solución pasar a tener un grupo selecto de superpotencias que mantenga la presión para las aperturas comerciales y la liberalización de los flujos de capital. Sueñan con un nuevo club del gobierno mundial que debería sumar a Inglaterra, Francia o Japón.
Se reitera así la fe en la globalización actual, y se achacan los problemas actuales a sus aplicaciones ineficaces y defectuosas. Se escucha que la liberalización de los mercados y los flujos de bienes, servicios y capital no está mal en sí misma, sino que todo se ha distorsionado por una distribución asimétrica del poder.
Las críticas a Estados Unidos tienen muchos ecos en el sur, en especial por conocer en carne propia algunas de sus expresiones, por ejemplo en el plano militar o comercial. Pero la perspectiva crítica no puede quedar únicamente en ese plano, ya que suplantar a Washington por Bruselas, no significará ninguna mejora para América Latina, sino existe simultáneamente un cambio radical en cómo se entienden los procesos globales.
Algunos países del sur son tentados a ingresar al club selecto de líderes globales en un mediano plazo. Especialmente se coquetea con Brasil, India, Sudáfrica y China. Pero más allá de esa presencia, de todas maneras persiste una globalización asimétrica, donde hay grandes potencias que deben "guiar", "orientar" y "conducir" los procesos globales, y que las demás naciones deberán seguir y acatar. El multilateralismo estalla bajo esas ideas.
La solución no está en contrabalancear esos tratados con otros con la Unión Europea, sino que se debe poner en cuestión los fundamentos de relaciones internacionales basadas en jerarquías y dependencias, donde los "grandes" conducen a los "pequeños". La multipolaridad no es una solución suficiente para una globalización unipolar, ya que es todo el entramado global el que debe ser rediseñado. Esta es una cuestión de la mayor importancia, por ejemplo, en las negociaciones de la Comunidad Andina con Bruselas, así como en las consecuencias que podría tener el acuerdo de "socio estratégico" que los europeos le han otorgado a Brasil.
Además, esta es una problemática que también debe considerarse en la integración dentro de América Latina. Si ensayos como la Unión Suramericana, apelarán a los mismos mecanismos de jerarquías y tamaños económicos, donde los más "grandes" supuestamente deben guiar a los más "pequeños", terminaremos reproduciendo dentro del continente las mismas asimetrías y consecuencias negativas que hoy observamos a escala planetaria.
ANÁLISIS DEL INTELECTUAL ESPAÑOL JOSÉ LUIS SAMPEDRO
LA GLOBALIZACIÓN ES ANTIDEMOCRÁTICA PORQUE TRANSFIERE EL PODER POLÍTICO AL SECTOR FINANCIERO GLOBALIZACIÓN
Los globalizadores buscan globalizar la economía con el argumento de que con la técnica moderna, el comercio y las relaciones económicas se han modernizado y, en consecuencia, hay que mundializar las relaciones, pero también se han multiplicado las relaciones de justicia, por ejemplo. Hoy hace falta una justicia internacional, hay que globalizar entonces la justicia. Hace falta una sanidad internacional porque se está muriendo África de Sida y hay que globalizarla también desde el punto de vista de interés humanitario. Hay que globalizar las agresiones al clima y cuidarse de los acuerdos de Kioto; hay que globalizar la educación; entonces en ese sentido yo digo que soy multiglobalizador. Lo que no se puede admitir es la globalización de la economía porque conviene a las potencias financieras que se aprovechan de ella y no aplicar una justicia internacional, una educación y una sanidad globalizadoras, que sé que en este momento es utópico, pero por lo menos no podemos descartarlo de antemano.
La globalización es totalmente antidemocrática porque supone transferir el poder desde lo político al poder financiero y económico. Mientras que al poder político en una democracia se le controla por la votación de los ciudadanos, a las corporaciones financieras no las controla nadie nunca. Y eso que se llama eufemísticamente desrrregularizar las transacciones supone ponernos en manos de las compañías financieras. No es posible que no haya un control a estas compañías y se les permite que tramiten el dinero como se les de la gana, que influyan sobre los tipos de cambio, que presionen sobre los gobiernos, eso hay que controlarlo. No es verdad que el mercado sea la libertad. Vaya al mercado sin un céntimo en el bolsillo haber dónde está su libertad. El mercado que es un mecanismo imprescindible para intercambiar mercancías, ahora es un mecanismo en el que el más fuerte manda siempre y el que controla es el más fuerte. La vida civil organizada está basada en impedir los abusos del más fuerte, también debe serlo en el terreno financiero, porqué se va entonces a quedar sin control.
EL SENTIDO DEL MERCADO Y DEL DINERO
El mercado no tiene sentido social. El mercado puede fijar unos tipos de precio como resultado del juego de la oferta y la demanda; unos tipos de precio de la leche tan altos que los ricos puedan comprarla para sus gatos, mientras que los pobres no lo pueden hacer para sus hijos. El mercado, por eso, no tiene un sentido social, tiene un sentido de eficacia técnica, de modo que hay que tener cuidado y hay que controlarlo. No se trata de reprimir o de frenar, hay que dejar el libre juego, dejar la libertad, pero la libertad no llega a la absoluta autonomía de cada cual, sino que se impone el respeto de la libertad de los demás. Por lo tanto de lo que se trata es de frenar los abusos.
Para nuestra cultura occidental, el dinero es la medida de todas las cosas. En la antigüedad se decía que el hombre era la medida de todas las cosas, hoy es el dinero y eso viene desde principios de la era moderna en la que hubo una transferencia de poder. Durante la edad media el poder se basaba esencialmente en la propiedad de las tierras, pero empezó a emerger una clase nueva, la clase de los burgueses, de los mercantiles, del capitalismo que ha creado cosas extraordinarias aunque ha impuesto que el valor supremo sea el dinero. Por eso Benjamín Franklin popularizó aquella frase en el siglo XVIII, según la cual "time is money" o "el tiempo es oro", decíamos en castellano. Si el tiempo es oro estamos perdidos, porque el tiempo no es oro, el tiempo es la vida. Nuestro tiempo es nuestra vida, se acaba nuestra vida se acaba nuestro tiempo. Reducir la vida a dinero es privarla de todo lo que no se cotiza en el mercado: los sentimientos, los valores, todo.
EL CHOQUE DE CIVILIZACIONES
Yo entiendo la tesis del choque de civilizaciones como un subterfugio para crear un enemigo. Las grandes potencias y en este caso la superpotencia de hoy necesita dos cosas: un enemigo y unas razones ante su opinión pública para atacar a ese enemigo. Tenía el comunismo y era el enemigo y contaba también con unas razones para atacarlo. Al hundirse el comunismo se encontró con las manos libres para operar en todo el planeta sin posibilidad de rival que se lo impidiera, pero requería de todas maneras un enemigo y una razón para atacarle. Entonces ¿qué ocurrió? Ocurrió lo de las torres de Nueva York y apareció el nuevo enemigo: el terrorismo. A partir de ahí impuso su opinión de que hay que luchar contra el terrorismo. Hay terrorismo en el mundo y estoy contra él y contra la destrucción de las torres gemelas, creo que hay que luchar contra eso, pero no creo que la manera de luchar sea utilizar bombarderos contra un país, porque eso es como si yo estoy durmiendo en el verano en una habitación con la ventana abierta y entran los mosquitos y para eliminarlos utilizo una ametralladora. Disparando contra ellos no mataré ni un mosquito pero destrozaré la habitación, es lo que ha pasado en Afganistán y lo que está pasando en Irak. De modo que el choque de civilizaciones es crear el enemigo en la otra civilización. ¿Por qué un choque y no una convivencia? Llevamos siglos conviviendo mejor o peor con otras civilizaciones.
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